Esta historia que platica una mujer que trabaja en un asilo, me conmovió y recordó que, efectivamente, la felicidad es una elección personal.
Una mañana recibí en el asilo a un hombre de 92 años cuya esposa acababa de fallecer. Aunque era delgadito y caminaba encorvado por su edad, proyectaba una mezcla de dignidad y dulzura que me llamó la atención. Eran las 8 de la mañana y él estaba muy bien peinado y afeitado, aun cuando ya había perdido el sentido de la vista. Tras varias horas de esperar pacientemente en el lobby del asilo, sonrió cuando le dije que su habitación ya estaba lista. Mientras caminaba con ayuda de su andadera hacia el elevador, comencé a describirle el pequeño cuarto que ocuparía –Me encanta- dijo con el entusiasmo de un niño de ocho años a quien le acaban de regalar un cachorrito.
-Pero señor, todavía no hemos llegado al cuarto, espere –le respondí-. Eso no tiene nada que ver –me dijo-. La felicidad es algo que se decide con anticipación. Que me guste o no mi habitación no depende de cómo estén acomodados los muebles, sino de cómo esté acomodada mi mente. Yo ya decidí que me va a encantar. Es una decisión que hago cada mañana al despertar. Cada día es un regalo, y mientras mis ojos se abran, me enfocaré en el nuevo día y en todos los recuerdos felices que he almacenado. La vejez es como una cuenta de cheques. Retiras lo que has depositado.
Así que comencemos a depositar mucha felicidad en el banco de nuestra memoria.
TOMO 171
30 Julio 2010
Portada: Salma Hayek
Entrevista: No Hubo
Editorial: La Felicidad es una Elección