La diversidad genética del ser humano es un regalo maravilloso digno de celebrarse. El alma no sabe de colores o razas, por eso hay que aceptarnos los unos a los otros y dejar de darle tanta importancia a las apariencias. En relación con esta idea, les comparto esta historia:
En un avión, iniciado el vuelo, una señora oprime insistentemente el timbre para llamar a la azafata. “¿Cuál es el problema, señora?”, pregunta la aeromoza. “¿Que no lo ve?”, responde la mujer. “Me sentaron junto a un sucio indígena. ¿No tiene otro asiento?”.
“Casi todos los asientos están ocupados, pero voy a ver si hay un lugar disponible”, le responde la azafata mientras se aleja para volver unos momentos después. “Señora, ya no hay lugares en la clase económica, pero nos queda uno en primera clase”.
Antes de que la mujer pudiera hacer el menor comentario, la azafata dice: “Usualmente no permitimos que alguien pase de clase económica a primera, pero, dadas las circunstancias, el comandante piensa que sería terrible obligar a alguien a sentarse junto a una persona tan repugnante.”
Los demás pasajeros observaban la escena llenos de indignación. Entonces, la azafata, dirigiéndose al indígena, dice: “Señor, si usted lo desea, tome su equipaje de mano y acompáñeme, pues tenemos un asiento en primera clase disponible para usted”. Los pasajeros que presenciaban la escena se levantaron y aplaudieron.
TOMO No. 119
31 Julio de 2009
Portada: Vanesa Guzmán
Entrevista: No Hubo
Editorial: El Terrible Racismo