Una palabra, literalmente, es el conjunto de sonidos articulados o símbolos que expresan una idea y nos dan la facultad de comunicarnos, pero qué corta se queda esta definición ante la infinidad de posibilidades que tenemos cuando decimos lo que sentimos o pensamos.
La comunicación –oral, corporal o escrita- permite la convivencia y contribuye al desarrollo de la sociedad. De verdad es un privilegio tener la capacidad de usar las palabras para compartir lo que llevamos dentro. Un privilegio del cual, en ocasiones, abusamos.
¿Cuántas veces pensamos lo que vamos a decir antes de abrir la boca?, ¿las críticas que hacemos son constructivas o destructivas? , ¿Somos justos o exagerados? No confiemos en que a las palabras se las lleva el viento, algunas son imborrables y pueden herir más profundamente que una espada, difamar e incluso destruir. Las palabras tienen el poder de cambiar las circunstancias, con ellos podemos dar felicidad, exaltar las virtudes, ser constructivos, buscar la paz y expresar amor; su significado también puede cambiar según el tono que usemos al decirlas. No es lo mismo hablar con sinceridad que con ironía.
El lenguaje tiene una fuerza extraordinaria para moldearnos como personas. Hablamos con los demás, pero también con nosotros mismos. Si constantemente nos repetimos que somos incapaces, corremos el riesgo de convencer al inconsciente y volvernos personas negativas. Pero si, por el contrario, tenemos una buena opinión de nosotros, reforzaremos nuestra autoestima y haremos que las cosas sucedan positivamente. Aprovechemos el lenguaje como una herramienta para convivir en armonía y alcanzar paz interior.
Y si hablar es importante, mucho más lo es escuchar, para aprender de los demás, OK!
TOMO 4
14 noviembre 2006
Portada: Jacqueline Bracamontes.
Entrevista: Martha Higareda, Ernesto D’alessio
Editorial: El poder de la palabra (Ernesto Laguardia, Jacqueline García, Otto Sirgo)